domingo, 27 de marzo de 2011

ESPERANDO A FRANCISCO BRINES


El próximo jueves 31 de marzo, podremos disfrutar en el Gran Teatro de Elche de la voz y la poesía de Francisco Brines.
Brines, nacido en Oliva (Valencia), en 1932, pertenece a la segunda generación de la postguerra y formó parte del "Grupo de los años 50".
Es autor de una extensa obra, galardonada con varios premios como el Adonais de Poesía, en 1959, el Premio Nacional de la Crítica, en 1967, el "Premi de les Lletres Valencianes, en 1967, el Premio nacional de Literatura, en 1987 o, más recientemente, el Premio Reina Sofía de Poesía, en 2010.

Estos dos poemas son una posibilidad de anticipar el disfrute de su palabra.


Cuando yo aún soy la vida

La vida me rodea, como en aquellos años
ya perdidos, con el mismo esplendor
de un mundo eterno. La rosa cuchillada
de la mar, las derribadas luces
de los huertos, fragor de las palomas
en el aire, la vida en torno a mí,
cuando yo aún soy la vida.
Con el mismo esplendor, y envejecidos ojos,
y un amor fatigado.

¿Cuál será la esperanza? Vivir aún;
y amar, mientras se agota el corazón,
un mundo fiel, aunque perecedero.
Amar el sueño roto de la vida
y, aunque no pudo ser, no maldecir
aquel antiguo engaño de lo eterno.
Y el pecho se consuela, porque sabe
que el mundo pudo ser una bella verdad.




Oscureciendo el bosque

Toda esta hermosa tarde, de poca luz,
caída sobre los grises bosques de Inglaterra,
es tiempo.
Tiempo que está muriendo
dentro de mis tranquilos ojos,
mezclándose en el tiempo que se extingue.
Es en la vida todo
transcurrir natural hacia la muerte,
y el gratuito don que es ser, y respirar,
respira y es hacia la nada angosta.
Con sosegados ojos miro el bosque,
con tal gracia latiendo
que me parece un soplo de su espíritu
esa dicha invisible que a mi pecho ha venido.
Cual se cumple en el hombre
también se ha de cumplir la vida de la tierra;
la débil vecindad que es realidad ahora,
distancia tenebrosa será luego,
toda será negrura.
Miro, con estos ojos vivos, la oscuridad del bosque.
y una dicha más honda llega al pecho
cuando, a la soledad que me enfriaba,
vienen borrados rostros, vacilantes
contornos de unos seres
que con amor me miran, compañía demandan,
me ofrecen, calurosos, su ceniza.
Cercado de tinieblas, yo he tocado mi cuerpo
y era apenas rescoldo de calor,
también casi ceniza.
y sentido después que mi figura se borraba.
Mirad con cuánto gozo os digo
qué es hermoso vivir.

1 comentario:

  1. Pues sí, Josefina, me parecen unos poemas maravillosos, así que seguro que esta tarde disfrutaréis muchísimo en el Auditorio de Elche.
    Gracias por compartirlo y seguiremos leyendo a este poeta. Muchos besos. Mara

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