martes, 26 de enero de 2010

MAN RAY



He visitado recientemente, en Madrid, la exposición "Las lágrimas de Eros". Me resultó fascinante. Entre otros muchos alicientes, me dio la oportunidad de contemplar una fotografía de Man Ray. Aquí se refleja algo de información sobre él y una de las fotos que aparecen en la exposición, titulada Lágrimas de cristal.
Particularmente, me resulta muy sugerente ese efecto de teatro, de impostura, de ficción, de máscara en el rostro de la mujer. Además hay un juego de ironía, mezclado con algo de fingimiento. Me parece un aderezo muy interesante para este cóctel servido con larguísimas pestañas y en recipiente de cristal.

Emmanuel Radnitsky, hijo de inmigrantes rusos, nació en Philadelphia en 1890. Comenzó a llamarse Man Ray en los años veinte.

Rechazando una beca para estudiar arquitectura, se solventó como artista comercial y boceteador mientras estudiaba arte en distintas escuelas nocturnas de Nueva York. Como estudiante fué influenciado por Alfred Stieglitz, cuya galería visitaba con frecuencia, y por su profesor Robert Henri.

Realizó su primera exposición individual a los veinticinco años. Tuvo su primer contacto con el Cubismo en 1913 en el Armory Show, incorporando pronto aquellos elementos estilísticos en su trabajo. Conció a Marcel Duchamp, que fué una figura relevante en su vida, y compró su primera cámara fotográfica. Con Duchamp participa del movimiento New York Dadá.
Su cercana amistad con él influyó respectivamente en el trabajo de ambos, resultando en una creativa colaboración.

Impulsado por Duchamp, Man Ray se trasladó a París en 1921, y, con la única excepción de 10 años que vivió en Hollywood durante la Segunda Guerra Mundial, pasó el resto de su vida allí. Se unió al movimiento Dadá y luego a los Surrealistas. Poseedor de una fértil imaginación, y siempre al frente de las vanguardias, experimentó con todos los medios posibles: Pintura, escultura, fotografía y películas
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domingo, 17 de enero de 2010

HAITÍ, CRÓNICA DE UNA TRAGEDIA ANUNCIADA


La imagen es de la fotógrafa belga Alice Smeets.


De la revista REBELIÓN, publico esta entrada que me parece certera y honesta sobre la respuesta internacional ante la tragedia de Haití.


Cualquier gran ciudad del mundo habría sufrido daños considerables por un terremoto como el que asoló la capital haitiana en la tarde del martes, pero no es ningún accidente que buena parte de la ciudad de Puerto Príncipe parezca ahora una zona de guerra. Gran parte de la devastación causada por la más reciente y desastrosa calamidad que ha golpeado a Haití se comprende mejor como el resultado de una larga e infame secuencia de acontecimientos históricos causados por el hombre.

El país ya ha tenido que enfrentar más catástrofes de las que en justicia le corresponden. Cientos de personas perecieron en Puerto Príncipe por un terremoto en junio de 1770, y el gigantesco terremoto del 7 de mayo de 1842 pudo matar a 10..000 personas solamente en la ciudad norteña de Cabo Haitiano. Los huracanes golpean a la isla con regularidad, los más recientes en 2004 y 2008; las tormentas del año 2008 inundaron la ciudad de Gonaives y destruyeron la mayor parte de su frágil infraestructura, matando a más de mil personas y destruyendo varios miles de viviendas. La extensión del actual desastre puede que no se conozca hasta dentro de varias semanas. Incluso reparaciones mínimas pueden tardar años en completarse, y el impacto a largo plazo es incalculable.

Sin embargo, lo que ya está bastante claro es que ese impacto será el resultado de un proceso histórico aún más largo de debilitamiento y empobrecimiento deliberado. Haití se suele describir rutinariamente como “el país más pobre del hemisferio occidental”. Esa pobreza es el legado directo del que tal vez haya sido el sistema de explotación colonial más brutal de la historia, agravado por decenios de sistemática opresión poscolonial.

La noble “comunidad internacional” que en estos momentos se prepara con gran estruendo para enviar su “ayuda humanitaria” a Haití es en gran parte responsable de la extensión del sufrimiento que ahora quiere aliviar. Desde la invasión y ocupación norteamericana de 1925, cada tentativa política seria de permitir que el pueblo haitiano pudiera pasar (en la frase del anterior presidente Aristide) “de la miseria absoluta a la pobreza digna”, ha sido bloqueado deliberada y violentamente por el gobierno de EEUU y algunos de sus aliados.

El propio gobierno de Aristide (elegido aproximadamente por el 75% del electorado) fue la última víctima de esa injerencia al ser derrocado en 2004 por un golpe patrocinado internacionalmente en el año 2004, que mató a varios miles de personas y dejó gran parte del país hundida en resentimiento. Las ONU ha mantenido en el país desde entonces una enorme y muy onerosa fuerza militar de pacificación.

Haití es hoy un país donde, según el mejor estudio disponible, cerca de 75% de la población “vive con menos de 2 dólares al día, y el 56% -cuatro millones y medio de personas– vive con menos de 1 dólar diario”. Decenios de “ajuste” neoliberal e intervención neoimperial han despojado al país de cualquier porción significativa de capacidad para invertir en su pueblo o regular su economía. Condiciones punitivas de comercio y financiación internacional garantizan la permanencia, en un futuro previsible, de esa indigencia e impotencia como hechos estructurales de la vida haitiana.

Es exactamente esa pobreza e impotencia lo que explica la extensión del actual horror en Puerto Príncipe. Desde los últimos años de la década de los 70, un implacable asalto neoliberal a la economía agraria de Haití ha obligado a decenas de miles de pequeños agricultores a trasladarse a viviendas informales y deficientes, a menudo encaramadas en las faldas de barrancos deforestados. La selección de la gente que vive en tales lugares no es en si misma más “natural” o accidental que la extensión de las heridas que ha sufrido.

Como indica Brian Concannon, director del Instituto por la Justicia y Democracia en Haití, “esa gente llegó a esos lugares porque ellos o sus padres fueron expulsados intencionadamente de las áreas rurales por políticas de ayuda y de comercio diseñadas específicamente con la intención de crear en las ciudades una fuerza de trabajo cautiva, y por lo tanto fácil de explotar; por definición se trata de gente que no cuenta con los medios para construir casas resistentes a los terremotos”. Entretanto, la infraestructura básica de la ciudad –agua corriente, electricidad, carreteras, etc– permanece deplorablemente inadecuada, a menudo inexistente. La capacidad del gobierno para movilizar cualquier tipo de ayuda contra catástrofes es prácticamente nula.

La comunidad internacional ha gobernado efectivamente Haití desde el golpe de 2004. Los mismos países que ahora alardean con el envío de ayuda de emergencia a Haití han votado sin embargo consistentemente, durante los últimos 5 años, contra cualquier extensión del mandato de la misión de la ONU más allá de sus objetivos estrictamente militares. Propuestas para desviar parte de de estas “inversiones” hacia programas para la reducción de la pobreza o el desarrollo agrario se han bloquedado, en consonancia con las pautas de largo plazo que siguen caracterizando la “ayuda” internacional.

Las mismas tormentas que mataron a tanta gente en 2008 golpearon a Cuba con la misma fuerza, pero aquí dejaron solamente 4 muertos. Cuba ha eludido los peores efectos de las “reforma” neoliberales y su gobierno conserva la capacidad de defender a su pueblo contra los desastres naturales. Si queremos seriamente ayudar a Haití a salir de su última crisis, deberíamos tomar en consideración esos resultados. Juntamente con el envío de ayuda de emergencia, deberíamos preguntarnos qué podemos hacer para favorecer el fortalecimiento de la autodeterminación del pueblo de Haití y sus instituciones públicas. Si queremos en serio ayudar, tenemos que dejar de intentar controlar el gobierno haitiano, pacificar a sus ciudadanos, y explotar su economía. Y luego tendremos que empezar a pagar al menos una parte del destrozo que ya hemos causado.
PETE HALLWARD. The Guardian.
Traducido para Rebelión por José Luis Vivas

domingo, 10 de enero de 2010

PEOMA RAÚLVACAS





La poesía como juego, como espejo, como laberinto, como sugerencia.
Aquí queda este PEOMA de Raúl Vacas. Una propuesta diferente. Sólo déjate llevar por los sonidos y las grafías. El peoma hace el resto.

PEOMA
Vocales y consonantes por el folio como una sopa de sobre.
Alberto HIDALGO
a Pino, Cortázar, Brasca, Huidobro y Madoz.

Sal naspe son canpisal sus misellas
y zanro sol balemses de sol osoj.
Le ofrí led cuerredo y sus sartrosoj
paempan al talnosgia ed ricellas.

Al cheno ah doatades sal bihellas
ed dosto sol ticosatle neosoj
y nu cotrafi ed tosllan sica rosoj
rrediscu rop le los ed sal jimellas.

Trasá danque sal dasdu y le maor,
trasá sal ripomasas led edseo,
trasá danque le mohu y le odlor

y doto le carnalva ed im crereo.
Sal naspe son canpisal us lacor,
?Gajumos a lietaJu y a moReo¿

miércoles, 6 de enero de 2010

NIGHTBOOK: LAS PUERTAS DEL INFINITO

Ludovico Einaudi abre en su último trabajo "las puertas del infinito, donde se encuentran los sueños y los pensamientos íntimos". El álbum Nightbook es como un libro en el que reflexiona sobre "la experiencia misteriosa que está conectada a la noche". El compositor italiano define su música como "minimalista" por su intento de "comunicar grandes emociones" con las notas "estrictamente necesarias". El piano tiene un gran protagonismo en piezas como "Lady Labyrinth". He elegido precisamente esta pieza para que la disfrutemos desde este blog.