martes, 22 de junio de 2010

MUJERES EN PIE DE LUCHA: MALALAI JOYA



Esta es la primera entrada de una nueva sección del blog. Estará dedicada a las mujeres que creen que es posible CONSTRUIR otro mundo y que NO SE RESIGNAN a aceptar éste.


Malalai Joya: «No hay democracia bajo la ocupación» por Dominique Bari.

La joven diputada afgana Malalai Joya fue excluida del parlamento por haber denunciado la injerencia de las potencias extranjeras y las violaciones de los derechos de las mujeres que se cometen bajo la ocupación.

Malalai Joya es una mujer disgustada. Más que disgustada, furiosa por la guerra que la coalición internacional mantiene en su país, Afganistán; furiosa por las bombas de la OTAN que matan civiles en las aldeas; furiosa contra el llamado a la reconciliación con los talibanes y con los señores de la guerra. «¡Pongan fin a las masacres en mi país, ordenen la retirada de las tropas extranjeras para que se detenga la talibanización!», exige la joven diputada afgana a la opinión pública de los países occidentales.
Dominique Bari: La conferencia de Londres, celebrada a finales de enero, oficializó una negociación con los dirigentes del antiguo régimen talibán. ¿Qué puede suceder ahora?
Malalai Joya: Millones de afganos se están muriendo de hambre, pero al régimen de Karzai le prometieron millones de dólares para que los insurgentes depongan las armas. Eso conducirá a la rehabilitación de los talibanes, quienes tomarán el control de la Loya Jirga, la asamblea de ancianos y de representantes de las tribus que debe reunirse próximamente.
¿Es que alguien realmente cree que se puede instaurar la democracia con esos reaccionarios? Pero los talibanes no son los únicos integristas. Cuando Estados Unidos y sus aliados derrocaron el régimen del mullah Omar, lo que hicieron fue reemplazarlo por otros fundamentalistas, por señores de la guerra vinculados a la Alianza del Norte, que dirigía Masud. Ese grupo es similar al talibán en materia de creencias.
En los últimos años se han adoptado una serie de leyes y una serie de decisiones judiciales verdaderamente escandalosas. Con el pretexto de la reconciliación nacional se ha concedido inmunidad a los señores de la guerra y a otros conocidos criminales de guerra, muchos de los cuales son ahora miembros del parlamento, están en los ministerios, en la administración judicial y son todos unos corruptos.
Y ahora resulta que hasta la propia ONU borra de su «lista negra» los nombres de los ex dirigentes talibanes. ¿Acaso puede construirse el porvenir de un pueblo con ese tipo de acciones? A no ser que pretendan hacerle creer que el símbolo de las bondades del progreso occidental es la fábrica de Coca Cola inaugurada en las afueras de Kabul, en este país pobre donde el agua es un recurso inestimable...
Dominique Bari: Usted fue electa para formar parte del parlamento en 2005. Pero fue expulsada al cabo de 18 meses. ¿Por qué?
Malalai Joya: Durante la ceremonia de apertura de la sesión parlamentaria, yo presenté «mis condolencias al pueblo afgano», cosa que no les gustó a muchos diputados, quienes se quejaron de que aquello era una ofensa para ellos. Fueron esos señores de la guerra quienes pidieron mi exclusión.
Yo había recordado que ellos habían saqueado Kabul durante la guerra civil que se desarrolló de 1992 a 1996 y que ellos era responsables por la muerte de decenas de miles de personas. Yo dije que debían ser llevados a los tribunales internacionales. Yo denuncié la corrupción, alimentada por los miles de millones que desembolsó la comunidad internacional en nombre de la reconstrucción.
Rápidamente llegó un momento en que ni siquiera me dejaban hablar. Me desconectaban el micrófono cuando yo pedía la palabra y yo tenía que hablar a gritos [mientras me gritaban] insultos y amenazas. Algunos diputados, hombres y mujeres, me defendieron, pero eran pocos. Me acusaron de comunista y de infiel, que son para ellos los máximos insultos. En una entrevista de televisión, yo acabé por comparar el parlamento con un zoológico. ¡Peor que un establo, donde los animales por lo menos sirven para algo!
Dominique Bari: ¿De qué servirán las tropas de refuerzo que anunció Obama?
Malalai Joya: El objetivo de la guerra no era implantar la democracia y la justicia ni arrancar de raíz los grupos terroristas. Para lo que ha servido es para dar un carácter permanente a la ocupación, para instalar bases militares y para mantener bajo control una región que cuenta con grandes recursos naturales. Obama es igual que Bush, incluso peor porque está intensificando la guerra y extendiéndola a Pakistán.
El gobierno americano mantiene una situación peligrosa para mantenerse más tiempo en Afganistán y vigilar así más fácilmente a los países vecinos, como Irán, Pakistán, Rusia y Uzbekistán. Si Obama no retira sus soldados habrá más sangre y más desastres. Mire los bombardeos de la OTAN. En mi provincia de Farah, en mayo (de 2009. NdlR.), resultaron muertos más de 150 civiles.
Esa masacre es para el mundo una pequeña muestra de los horrores que nuestro está enfrentando. Pero ¿quiere realmente el mundo ver esos horrores? Yo organicé una conferencia de prensa y un hombre de la aldea de Geranai, atenazado por el dolor, vino a contar cómo él mismo había perdido 20 miembros de su familia la masacre. ¿No es posible que ese hombre se sienta impulsado, al igual que otros jóvenes, a unirse a los insurgentes, aunque sean integristas?
Dominique Bari: El destino trazado para la mujeres bajo el régimen de los talibanes había acabado conmoviendo a la opinión pública internacional. ¿Cuál es la situación [de las mujeres afganas] hoy en día?
Malalai Joya: La Constitución afgana contiene varias cláusulas sobre los derechos de las mujeres. Yo fui una de las numerosas delegadas a la Loya Jirga de 2003 que luchamos fuertemente por la inclusión de esas disposiciones. Pero [esa Constitución] está marcada por la fuerte influencia de los fundamentalistas con quienes Karzai y Occidente han llegado a compromisos.
La Constitución proclama la igualdad entre hombres y mujeres, pero el país se rige por la sharia. La supuesta democracia de la Constitución oficial se viola sistemáticamente. Sólo sirve de vitrina para atraer el dinero de la ayuda internacional, que generalmente acaba siendo malversado. Afganistán es actualmente un país donde las mujeres, a veces niñas de 14 o 15 años, que huyen del domicilio conyugal a causa de la extrema violencia son consideradas criminales y se les encarcela.
Es verdad que se ha producido un regreso de las niñas a las escuelas, pero las cifras no incluyen a las que se ven obligadas a abandonarla debido a las amenazas contra su seguridad y las presiones a las que se ven sometidas por parte de sus familias para que se casen. El suicidio se ha convertido en el último recurso de las muchachas desesperadas, quienes tienen conciencia de las alternativas pero también saben que nunca tendrán derecho a ellas.
Dominique Bari: Precisamente, ¿cuáles son esas alternativas?
Malalai Joya: Todas las tropas extranjeras deben irse y las milicias de los señores de la guerra deben ser desmanteladas. La democracia no puede ser instaurada por una ocupación que no hace más que extender y fortalecer la talibanización de mi país. Y es mi pueblo quien está sufriendo las consecuencias.
Si Estados Unidos y las tropas de la OTAN que ocupan nuestro país no salen de Afganistán en un plazo razonable, tendrán que enfrentar una resistencia cada vez más grande de parte de los afganos. Los gobiernos occidentales se niegan a ver voluntariamente que la gente está luchando por la reconstrucción de su país en condiciones de paz y de seguridad.
Partidos y asociaciones democráticas luchan a menudo desde la clandestinidad. No olvidemos que la Constitución prohíbe la existencia de partidos laicos no basados en el Corán. Las manifestaciones estudiantiles contra los recientes bombardeos, al igual que las protestas de cientos de mujeres, que se produjeron el mes pasado en Kabul, muestran al mundo el camino hacia una verdadera democracia en Afganistán.
Hay muchos héroes y heroínas desconocidos. Y están luchando en sus ciudades y aldeas. ¿Por qué ningún dirigente occidental quiere reconocer ni siquiera la existencia misma de una fuerza progresista emergente que puede desempeñar un verdadero papel?
Yo no pierdo las esperanzas. Necesitamos la ayuda de la opinión pública en los países occidentales y, a través de mis viajes, me doy cuenta de que están moviéndose. Ha habido manifestaciones contra el envío de refuerzos, ya nadie cree en la «guerra justa». Hay que aumentar la presión para obligar a los gobiernos belicistas a ceder.

sábado, 19 de junio de 2010

... Y YO TENGO TANTA PENA DE MORIR.



Del despliegue de artículos en que aparecen hoy reflejados la obra y el compromiso de José Saramago, elijo el que publica EL PAÍS, firmado por la escritora Laura Restrepo. Creo que refleja con especial sensibilidad cómo utilizar la palabra para rendir tributo a quienes hemos amado y admirado.

EN EL DÍA DE LA MUERTE DE JOSÉ.

Quizá el principal atributo de la novela -de la gran novela- radica en que da indicios y revela claves sobre quiénes somos nosotros, los seres humanos, qué significado tiene lo que hacemos, para qué hemos venido a esta tierra. No es fácil saberlo, y con frecuencia lo olvidamos meses, ojalá no a lo largo de la vida entera, al distraernos con extrañas representaciones de nosotros mismos que de humanidad no tienen sino la apariencia. Entonces, en medio del desconcierto, puede caernos en las manos una novela que nos vuelve a colocar tras la huella, como al sabueso al que le dan a oler una prenda de aquel que debe rastrear. A esto huele el ser humano, nos indica la escritura de Saramago, por aquí anda, síguelo, por este atajo tomó, este es el olor que despide, este es el color de su aura, esta la ferocidad de su contienda y el tamaño de su dolor, no te pierdas en alharacas y en farándulas, no te vayas detrás de impostores; en este personaje que aquí te entrego está el ADN de lo humano, su huella digital, el rastro de su sangre, o, como dice Ricardo Reis en el año de su muerte, estas son "las señales de nuestra humanidad". Y entonces sucede que el reencuentro a través de su escritura con ese hombre o esa mujer rescatados, valga decir el hecho de poder reconocernos, página a página, con eso que somos, nos produce una conmoción entrañable y sobrecogedora, nos enfrenta a una epifanía que hace saltar las lágrimas, y la verdad es que cada vez que he leído El Evangelio según Jesucristo he llorado a lágrima viva, o quizá deba decir como una magdalena, y otro tanto me ha sucedido con su Ricardo Reis, con su caverna, tanto que mientras esto digo me pregunto por qué las novelas de Saramago llegan tan hondo y estremecen de tal manera, de dónde tanta intensidad, tan dolorosa belleza, y la mejor respuesta que encuentro sigue siendo la misma: porque la verdad de su prosa y la resonancia de su poesía propician el regreso a casa, a la casa del hombre, de la mujer, a ese lugar donde por fin somos quienes somos, donde logramos acercarnos los unos a los otros y descubrimos el rincón que nos corresponde en la historia colectiva, porque el regreso es también, como en Las pequeñas memorias, a "ese hogar supremo, el más íntimo y profundo, la pobrísima morada de los abuelos maternos", o como en Historia del cerco de Lisboa, regreso a esa casa de la Rua do Milagre de Santo António, donde el amor se ha hecho posible y la cama nos espera con sábanas limpias, o como el chelista de Las intermitencias de la muerte, que regresa de noche, cansado, a una casa donde lo espera su perro negro... Porque qué deliciosamente humano es Saramago cuando habla de los perros, el perro Encontrado, el perro Constante, el perro solitario de las Escandinhas de San Crispim, el perro lobo que por poco mata del susto a Zezito, los perros que en Cerbère ladran como locos. Y por supuesto ese otro, compasivo y compañero, que tanto me hace llorar: el perro de las lágrimas. Y si de llorar se trata, habrá que confesar que Saramago nos hizo llorar, disimuladamente, claro, a mí y a quienes con él estábamos aquella noche en Santillana del Mar, noche que fue de despedidas, hoy lo sabemos bien y lo intuimos entonces porque los presagios lo anunciaban ya, que nos hizo llorar, venía diciendo, cuando le dio por repetir -en un susurro lusitano apenas inteligible, porque en los últimos tiempos le había dado por hablar así- las palabras que le oyó a su abuela, muy anciana ya: "El mundo es tan bonito, y yo tengo tanta pena de morir".

domingo, 13 de junio de 2010

India Song - Youn Sun Nah

Gracias a una amiga de Facebook, ha llegado a mis oídos la música y la voz de esta mujer, de una sensibilidad y belleza extraordinarias. El vídeo de India Song es una excelente manera de darle entrada en este blog.

martes, 1 de junio de 2010

YO TENGO UNAS TIJERAS... QUE SE ABREN Y SE CIERRAN



Con la opiníón pública sacudida por las medidas económicas aprobadas recientemente por el gobierno de Rodríguez Zapatero y las agrias polémicas por ello, ha llegado a mis manos el artículo de Adela Cortina, publicado en EL PAÍS, el pasado domingo 3o de mayo.
Ante tanto vocinglero político, la palabra de esta mujer me parece un remanso de buen juicio y sentido común.
Lo publico con la intención de que también vosotros podáis disfrutar de este ejemplo de CIUDADANÍA y GENEROSIDAD CÍVICA.

¿RECORTES EN DESARROLLO HUMANO?

Cuesta creer que la recuperación de la economía española tenga que pasar, entre otras cosas, por recortar la inversión en colectivos especialmente vulnerables: las personas dependientes, los jubilados, que verán congeladas sus pensiones, y las mujeres que van a dar a luz, con las que había un compromiso. No parece que ninguno de ellos sea responsable de la crisis económica, ni tampoco de otras crisis que oscurecen el horizonte, y justamente para ellos, por su especial vulnerabilidad, el recorte es a todas luces dramático. Es en estos casos cuando se hace patente que hay ciudadanos de primera y de segunda, y que los de segunda están en permanente situación de riesgo, un riesgo que no sólo se corre, sino que se transforma en amarga realidad.

No bajemos la ayuda a los países pobres. Luchemos contra el fraude y tasemos los negocios financieros .
Pero falta un cuarto colectivo, que ni siquiera parece contar por su lejanía, el de las personas que viven en países en desarrollo. El recorte asciende en este caso a 800 millones entre 2010 y 2011, lo cual supone un buen pico de la ayuda al desarrollo de estos dos años. Son gentes que no votan en nuestro país, claro está, y podría pensarse que para la mayoría de nosotros representan una difusa nebulosa, porque ojos que no ven, corazón que no siente.

Si no nos preocupan de verdad las personas dependientes de nuestro entorno, parece que menos aún nos van a preocupar las de países lejanos, por mucho que andemos un día tras otro mentando la globalización.

Lo bien cierto es que a cuenta de la crisis se retrasa todavía más el propósito de alcanzar los célebres Objetivos de Desarrollo del Milenio, que proclamó en 2000 la Asamblea General de Naciones Unidas, contando con los líderes mundiales de 189 países, objetivos cuyo cumplimiento se preveía inicialmente en 2015. Realmente, no pueden ser más básicos, calificarlos de modestos es poco: erradicar la pobreza extrema y el hambre, lograr la enseñanza primaria universal, promover la igualdad entre géneros y el empoderamiento de la mujer, reducir la mortalidad de los niños menores de cinco años, mejorar la salud materna, combatir el VIH/SIDA, el paludismo y otras enfermedades, garantizar la sostenibilidad del medio ambiente y fomentar una alianza mundial para el desarrollo.

¿Puede pedirse menos en materia de justicia? Pues los recortes por la crisis de distintos países y del nivel global retrasan su cumplimiento no a una fecha por lejana que sea, sino ad calendas graecas, teniendo en cuenta que los griegos no tenían calendas.

Podría pensarse que las gentes de los países en desarrollo no son ciudadanos españoles, y que son "los nuestros" los que tienen prioridad, más aún en tiempos de recortes. Daríamos entonces la razón a ciertos neurocientíficos, según los cuales, el desinterés por los lejanos tiene bases cerebrales, porque llevamos acuñados unos códigos, producto de la evolución, que se fueron formando en la época de los cazadores-recolectores, cuando las gentes formaban pequeñas tribus y se veían obligadas para sobrevivir a estrechar lazos con los demás miembros y a rechazar con agresividad a los lejanos, a los diferentes, a los extraños.

Si así fueran las cosas, llevaríamos esa disposición incorporada y por eso nos resulta difícil acoger al diferente, sentir preocupación por el lejano. Sería esa entonces una de las razones por las que la ayuda al desarrollo suena a música celestial, a discurso edulcorado para los buenos tiempos.

Sólo que para las cuestas arriba quiero mi burro, que las cuestas abajo yo me las subo. La ayuda al desarrollo humano es vital para los países más pobres de la tierra, para sus gentes la cuestión es de vida o muerte. Sin ayuda externa no pueden ni siquiera poner el pie en el primer peldaño que lleva a salir de la pobreza extrema. No se puede, pues, retroceder un ápice: erradicar el hambre y la pobreza extrema es, en realidad, un "Deber Ya" de la humanidad, y no un simple "Objetivo del Milenio". No hay recortes que valgan.

Cosa que, al parecer, ha percibido buena parte de la ciudadanía española que, según las encuestas, se ha puesto por montera el código pueblerino de los cazadores-recolectores y ha respondido a los encuestadores que recortes en desarrollo, no.

Por si faltara poco, nobleza obliga, y la presidencia de la Unión Europea debería llevar aparejado un plus de ejemplaridad, especialmente relevante en temas de desarrollo humano, que afectan a los más desprotegidos.

Ciertamente, la salida de la crisis vendrá de reformas estructurales y sobre todo de cambio en los modelos de vida, apostando por la transparencia, la profesionalidad, la generación de confianza y de amistad cívica.

Pero, en lo que afecta a reducir gastos, podría muy bien prescindirse de asesores, ministerios, direcciones generales y un buen número de cargos superfluos, poner tasas a las transacciones financieras, mirar con lupa fraudes y corrupciones, y sobre todo no invertir lo recaudado en todo aquello que lleva a conseguir votos, aunque sea estéril o incluso esté contraindicado. Pero reducir la ayuda al desarrollo humano es radicalmente inadmisible.

Adela Cortina es catedrática de Ética y Filosofía Política de la Universidad de Valencia y directora de la Fundación ÉTNOR